… Y de repente me encontré en una sala. Mis ojos podían ver una atmósfera etérea, blanquecina. No se distinguía ninguna lámpara, sin embargo la luz, que emanaba como del techo, se expandía por todas partes.
A primera vista no había muebles ni objeto alguno. Las paredes, los techos, el suelo eran blancos.
La primera sensación fue de respirar libremente, como si el aire fuera tan liviano que apenas necesitabas expandir y contraer los pulmones para respirar, como si no se necesitara tanta cantidad de aire.
A unos dos metros delante de mí había unos pequeños y suaves escalones que al subir me condujeron a otra sala, redonda, con un gran objeto redondo y plano en el centro. A la izquierda de la sala había una ventana, semicircular, alta.
Me paré. Había tanta luz y serenidad que me embargó un sentimiento de felicidad y paz absolutas.
Miré detenidamente esta segunda sala y descubrí que el objeto grande y redondo del centro era una cama. Rápidamente mi cabeza salió de su letargo de paz. ¿Una cama? Indudablemente estaba en un dormitorio. Caminé hacía ella y apoyé mi mano. La cubría una tela muy suave, cálida, ligera y blanca. ¿Cómo será dormir en una cama redonda? Con las vueltas que doy yo seguro que acabaría en el suelo, pensé.
De mi cabeza empezaron a surgir preguntas: ¿quién podría vivir allí, donde guardaría su ropa, sus zapatos, sus libros, su música…? Mi mirada me llevó a la parte derecha del dormitorio y allí, como protegido en la luz había un pequeño mueble y casi a su lado otro más estrecho pero más alto. Ninguno de los dos tenía adornos ni pomos. No hizo falta abrirlos, sabía que allí estaba parte de mi respuesta. Las ropas, los zapatos… se guardaban dentro.
De repente un destello de luz entró por la ventana; no pude evitarlo, me senté en el alceifer dejando que mis ojos vieran lo que siempre ha sido para mí una inmensa delicia y gozo, el sol. Sé que no es bueno mirarlo directamente pero es uno de mis placeres, y no sé porqué.
Después de un instante de contemplación miré hacía bajo, vi personas andando, como paseando, sin prisas, sonrientes, calmados. Algunos llevaban como un portafolio o cartera en la mano, una mujer y su niña llevaban flores. Lo más sorprendente era su ropaje, vestían con unas túnicas o pantalones de algodón o lino, anchos, cómodos, de suaves colores. Algunos llevaban una pequeña canana o fajín en su cintura.
Al verlos andar de esa manera tan plácida pensé si sería un día de asueto o fiesta. Abrí la ventana y pregunté: ¿A dónde vais? Al instante pude ver los ojos de esa gente que al tiempo de saludarme me sonreían y adiviné que mi pregunta les había hecho gracia.
Sonriente, un señor me contestó: ya lo sabes, cada uno a su tarea, el científico a su laboratorio, el filósofo a su estudio, los niños a la escuela… y continuo andando, sonriendo, como dando por supuesto que mi pregunta era retórica. Pero no era así, yo quería saber más. ¿No trabajáis?
- ¿Trabajar? No entiendo esa pregunta, explícate. Me contestó otro hombre que pasaba y que me había escuchado.
- Bueno, veo edificios, vais vestidos, hay escuelas, laboratorios… supongo que se necesitan personas para producir lo necesario para vivir, y esas personas a su vez necesitarán recursos, dinero, para sus casas, sus ropas, su alimento.
- Sin acabar de entenderte te explicaré: cada uno tiene una habilidad de la que se diferencia de los demás, no por ello es considerado como mejor o menor, esa habilidad está puesta al servicio de la comunidad y así todos nos beneficiamos de las habilidades de todos. Tenemos unos espacios de tiempo en el que nos dedicamos a perfeccionar y utilizar nuestra habilidad o capacidad y otros espacios en la que simplemente disfrutamos de lo que nos gusta, leer, cantar, hasta realizar avionetas a control remoto, ¡ésa es para mí la que más me gusta!
Y rió. Su risa me hizo sentirme ridícula. Avergonzada.
Levanté la mirada. Vi un pequeño bosque en frente del edificio, y más allá otros edificios y más arboles. Los edificios eran como la habitación, redondos o semicirculares. Existía una especie como de transporte que los desplazaba de un sitito a otro de la ciudad.
¿Dónde estaba realmente? ¿Para qué?
Mi sentimiento fue cambiando lentamente, ya no me sentía ridícula ni avergonzada, ni perdida.
…Y de repente comprendí: Estoy en mi casa, éste es mi mundo. Aquí estará todo cuando yo vuelva. Y la calma, la paz y la certidumbre regresaron a mí.
Siempre he sabido que volveré.
10 comentarios:
Una bella forma filosófica de ver la vida y de expresarlo en tu relato.
19 junio, 2009 00:34Me gustó mucho, Edda.
Estas palabras, viniendo de ti, son todo un regalo para mí.
19 junio, 2009 10:26Regracias Rudy.
Besos cósmicos.
me ha encantado el relato y esa mescla de fantasía y realidad, con esa respuesta lógica e ilogica a la vez,que solo algunos sienten de verdad, yo se que volveré.Un gran abrazo amiga desde lo más claro de mi corazón.
19 junio, 2009 12:17Pues se lee bien, entra bien el trago. Es suave y está amenizado por una música que me encanta.
19 junio, 2009 13:18Encuentras un poco de sosiego.
Muxus
Querida amiga, siempre aciertas con tus palabras. Sé que será dificil de entender por muchos, pero desde que tengo uso de razón, es una visión que me acampaña diariamente, segundo a segundo.
19 junio, 2009 14:38Siempro bromeo con mi gente diciendo: "yo sé que tengo mi sitito o mi parcelita esperándome" jajaja, lo siento así.
Abrazos cósmicos de corazón a corazón.
No son tus relatos, pero bueno, si te gusta ya estoy contenta.
19 junio, 2009 14:41¡Y sal un poco del bar, que t'estás matando a chupitos! jejeje.
Un placer, como siempre, que pases por aquí.
Besets.
Ojalá regresemos todos ahí algún día. Enorme post Edda.
20 junio, 2009 02:15Besos
Seria genial Pharpe re-encontrarnos alli.
20 junio, 2009 10:20Besets.
¡ Tremenda !
22 junio, 2009 13:50Me encantó.
Hola Juanjo, me encanta que te guste.
23 junio, 2009 10:51Besets.
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Gracias por tus palabras, siempre son bienvenidas.
Recibe mi abrazo más luminoso.
Nota: Siento añadir verificación de palabra, tema spams.