"José y yo nos casamos sin haber albergado nunca ningún pensamiento excepto para el niño que estaba creciendo dentro de mí. Pasamos horas hablando sobre por qué Dios nos había escogido para esto. A veces teníamos miedo y a veces nos sentíamos muy cómodos con la idea de una concepción inmaculada y el nacimiento de Su Hijo de una Virgen. José tuvo que constreñirse mucho y dejar de lado sus necesidades a los efectos de cumplir con los deseos de Dios. Éste fue su sacrificio.
Examinamos detenidamente todas las enseñanzas de los profetas para ver qué había sido predicho sobre el advenimiento del Mesías y cómo habría de venir. Pero estábamos intrigados pues había sido predicho que ocurriría en el pueblo de Belén cuando no conocíamos a nadie en esa comunidad. Tampoco podíamos ver razón alguna por la que ir a ésa zona.
Muchas noches José y yo discutimos sobre si verdaderamente éramos los padres del Mesías o si esto era un concepto erróneo por parte nuestra. Como ves, teníamos dudas y preguntas muy humanas.
Mientras nos preparábamos para el nacimiento, José comenzó su negocio de carpintería fabricando muebles y objetos para otros. Así es como se ganaba la vida.
Entonces, en los últimos meses de embarazo, llegó el decreto: cada familia tenía que regresar al pueblo de sus ancestros para inscribirse. Como no teníamos correo ni servicio telefónico como hoy en día, teníamos que ir físicamente a inscribirnos. En ese momento nos dimos cuenta de que estaríamos en el pueblo de Belén para el nacimiento de Jesús. Siempre lo llamamos por su nombre de Jesús, incluso antes de que naciera.
Como verdaderamente pensábamos que regresaríamos a nuestro hogar, solo tomamos aquellas cosas que íbamos a necesitar para este viaje en particular. Ignorábamos por completo cómo funcionaba el Espíritu, pero llegado el momento, nos pusimos en las manos de Dios y sentimos que no nos dejaría de ninguna manera. José pidió prestado un burro que me llevara a Belén, pero ni siquiera eso fue muy cómodo. Estando en el último mes del embarazo me sentía muy insegura de todas maneras.
Tomamos nuestro tiempo y no tratamos de mantener el paso de la multitud con la que emprendimos el viaje. En aquellos días había muchas gentes en los caminos regresando a sus pueblos de origen para inscribirse. Durante el camino nos encontramos mucha gente maravillosa que nos acogió en muchas de sus reuniones familiares. Por la noche, cuando teníamos que acostarnos al lado del camino, parecía milagroso que siempre encontráramos una familia grande que siempre tenía mucho alimento preparado sin mi ayuda.
Después de viajar todo el día a lomo de burro en ésta última etapa de mi embarazo, no me sentía como para preparar una comida o lavar o limpiar después. Lo único que quería era descansar mi cuerpo fatigado. No sólo obteníamos alimentos sino también pieles y mantas sobre las que dormir.
Todas las mañanas, temprano, al levantarnos, José y yo dábamos gracias a Dios. Durante el día estábamos constantemente en una actitud de agradecimiento por todas las preparaciones que se estaban haciendo a lo largo del camino.
Finalmente un día tarde por la noche, llegamos a Belén. Como todo había sido tan fácil en el camino, pensábamos que Dios tendría una buena habitación limpia preparada para nosotros. Al ser rechazados por todos los albergues, nos desesperamos mucho porque ya yo había comenzado el proceso del parto.
José, como de costumbre, se irritó y se enojó con Dios por no habernos tenido preparada una buena habitación limpia como él esperaba. Finalmente regresó a una de las posadas y le contó al posadero nuestra situación. Este hombre era muy simpático pero no había lugar disponible en todo el pueblo. La gente se estaba quedando y pagando por dormir bajo techo incluso aunque fuera al aire frío de la noche. Todos los lugares disponibles habían sido ocupados. Se nos dijo que si hubiéramos llegado sólo unas pocas horas más temprano hubiéramos tenido un rinconcito de la cocina pero ni siquiera eso estaba disponible. Pero, dijo, sí tenía un pesebre. No había nadie en el pesebre excepto unos pocos animales.
El pesebre era grande y podríamos hacer lechos con la paja y descansar bien. Si necesitáramos algo durante la noche podríamos llamarlos y su mujer podría ayudar con el nacimiento del niño, José pidió solamente una cacerola grande para hacer un fuego, y mucha agua.
El posadero nos brindó todo eso con gusto e incluso ayudó a José a preparar nuestros lechos y nuestra cena. Sacó un poco de pan, queso y trajo algo de té que su mujer dijo podría ayudar a los dolores del parto. Yo no pensaba que iba a dar a luz esa noche y me prometieron que por la mañana tendría un lugar dentro de su casa.
Comí un poco, bebí té y pronto fui vencida por el cansancio de la jornada.
En horas tempranas de la mañana desperté a José porque sentía gran dolor y sentía en mi corazón que Jesús nacería inmediatamente, y así fue."
Canalización de María con Annie Kirkwood.
2 comentarios:
Hola Edda, hace tiempo que leo tu blog pero hasta hoy me animé a escribir.
12 marzo, 2011 15:07Te quiero preguntar sobre las canalizaciones de la vida de María. Las tomaste de algún libro? Donde puedo leer más?
Gracias y bendiciones
Ignacio
s
Pues me alegra mucho Ignacio tu decisión, ya sabes que esta es tu casa. Gracias por tus palabras. Respecto a las canalizaciones están realizadas por Annie Kirkwood y éstas en concreto son del libro: El Mensaje de la Virgen al Mundo. Espero que lo disfrutes tanto como yo.
14 marzo, 2011 12:09Cuídate mucho y que Dios te Bendiga.
Namaste.
Publicar un comentario
Gracias por tus palabras, siempre son bienvenidas.
Recibe mi abrazo más luminoso.
Nota: Siento añadir verificación de palabra, tema spams.