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La vida de María en la tierra. Nacimiento de Jesús

25.12.10





La Natividad. Murillo


"Vino rápidamente y sin mucho esfuerzo. José nos limpió y ambos oramos y dimos gracias a Dios. Fue en ese momento que José recordó la razón por la que estábamos en este humilde lugar para el nacimiento de Jesús. Recordó las palabras de los antiguos profetas.

El niño Jesús era un bello niño de Luz. Tenía losojos más bellos que jamás había visto. Parecía comprender lo que decíamos. Inmediatamente sonrió y nos siguió con sus ojos. Era un niño maravilloso.

Jesús irradiaba luz desde su interior. Instantáneamente reconocimos que todas nuestras dudas de los meses pasados habían sido en vano. Éste era en verdad el niño ungido por Dios, el Consejero y el Príncipe de la Paz. La Paz parecía irradiar de su rostro y era glorioso. En nuestra felicidad decidimos mantener el silencio este acontecimiento y pasar la noche en el cálido regocijo del Amor Divino.

En las primeras horas de la luz del día, algunos pastores vinieron al pesebre para dejar algunas ovejas mientras buscaban en el templo el gran nacimiento. Dijeron que se les había dado en un sueño la noticia del nacimiento de un gran Rey y querían visitarlo. Nos mantuvimos en silencio y les permitimos que vieran a Jesús.

Jocosamente, les dijimos que nuestro niño había nacido en esa misma noche también. Se sentaron y hablaron con José y se asombraron de que éste fuera un recién nacido porque dijeron que sentían que parecía entender sus palabras. Al marcharse, nos dijeron que teníamos un niño muy especial pues su cara irradiaba luz y conocimiento. No les revelamos que habían, en efecto, encontrado al Rey de los Reyes. Nos habíamos comprometido con Dios a no revelar esto hasta que llegara el momento adecuado.

Pasamos algunos días en Belén. Como había una turba grande de personas que había venido a inscribirse, nos llevó varios días de espera en las colas. José dijo que deberíamos esperar a que las colas fueran más cortas antes de ir a inscribirnos. De esa manera yo recuperé mi fuerza y fui capaz de alimentar a Jesús y hacer que él también se pusiera más fuerte. Fue un niño feliz desde el principio. Era como si supiera que ésta era su infancia y que tenía que disfrutar de cada momento de ella.

Finalmente las colas se hicieron más cortas y entramos para inscribirnos como estaba mandado. Seguimos en el pesebre, porque mucha de la gente tenía problema en inscribirse. La congestión de gente seguía siendo la misma y estábamos bastantes cómodos en el pesebre. Estaba limpio y tranquilo, mientras que en la posada había mucho ruido. Había muchas riñas entre los niños y las madres. Las noches eran ruidosas porque los niños lloraban y los hombres hacían mucho ruido roncando. Estábamos muy felices en el pesebre y en el capullo de tranquilidad que rodeaba el pesebre todas las tardes al caer el sol.

La esposa del posadero no quería ni oír hablar de que yo fuera a viajar hasta después de los cuarenta días que eran necesarios para que yo me purificara. Esto era lo establecido por las leyes de Moisés. Nos tomamos el tiempo porque sentíamos que Dios tenía algo más que hacer con nosotros y no teníamos una idea clara de qué se trataba.

En el momento apropiado de la circuncisión llevamos al niño Jesús al templo. Al entrar a los predios del templo un anciano se acercó rápidamente a nosotros y comenzó a bendecir a Jesús y a pronunciar muchas palabras maravillosas de él. Tomamos esto como que era Dios hablándonos a través de este hombre. Mientras hablaba, había una mujer muy, muy vieja que algunos decían que era vidente o profeta y nos dio una lectura de la vida de Jesús en la que ella predijo todas las formas maravillosas en las que Jesús ayudaría a todo el mundo y no sólo a nuestro pueblo.

Después de la ceremonia regresamos rápidamente al pesebre y hablamos sobre lo que había ocurrido ese día. José era un hombre impaciente y estaba listo para regresar a Nazaret a terminar algunos trabajos que había dejado incompletos. Hablamos y discutimos sobre cómo mi tiempo de purificación no había pasado aún, pero José estaba apurado y dijo que oraríamos y preguntaríamos a Dios cuánto tiempo habría que pasar antes de que yo pudiera viajar. Esa noche llegó a José en un sueño que el tiempo todavía no había llegado, que una cosa más de naturaleza inusual ocurriría antes de que pudiéramos irnos.

José, con su carácter impaciente, comenzó a irritarse e indisponerse. Lo calmé con palabras de sabiduría, que yo sabía provenían de Dios, pues no podía creer que yo pudiera hablar de una forma tan lógica y comprensiva.

Cuando Jesús tenía aproximadamente cinco semanas, ocurrió el siguiente acontecimiento inusual. Como siempre, los caminos de Dios son muy misteriosos."


2 comentarios:

Juanjo Rubio dijo...

FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO 2011.

27 diciembre, 2010 15:10
Edda dijo...

Hola Juanjo! Gracias, muchos besos a los tres.
¡Felices Fiestas y Buen Año Nuevo!

27 diciembre, 2010 18:07

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Gracias por tus palabras, siempre son bienvenidas.
Recibe mi abrazo más luminoso.

Nota: Siento añadir verificación de palabra, tema spams.

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