Los primeros cristianos utilizaban en sus primeras oraciones, la intercesión de los espíritus celestiales como lo demuestran las antiguas liturgias. "Jesucristo y los santos ángeles que nos ayuden en todas nuestras acciones" escribió San Cipriano Nemesio. "Ruego a los ángeles buenos para recibir mi alma a la hora de mi muerte", dijo San Gregorio Nacianceno. Pero no hubo celebración en honor a los espíritus bienaventurados durante los cuatro primeros siglos de la era cristiana, hasta la visión de San Miguel Arcángel.
Esta aparición tuvo lugar en el año 492, el 8 de mayo, bajo el Papado de Galasio I, en el monte Gargano, hoy monte Sant'Angelo en Puglia, Italia.
Un residente de Siponto (ciudad situada a los pies del monte) tenía sus rebaños de toros paciendo en la ladera del Gargano. Un día, un toro desapareció. Después de mucho buscar, escondido a los ojos de los pastores, el animal fue encontrado en la parte superior de la abrupta montaña, a la entrada de una cueva.
Estaba atrapado con sus cuernos entre unas lianas fuertes. Furioso contra los obstáculos que lo retenían en ese lugar, el animal luchaba con tanta violencia que nadie podía acercarse. Se le lanzó una flecha pero, extrañamente, la flecha se volvió a la mitad de su carrera, hacia quien la lanzó.
Este evento, llenó de temor a los pastores que inmediatamente se retiraron de la cueva.
El acontecimiento impresionó a la ciudad de Siponto y el obispo Lorenzo Maiorano ordenó oraciones publicas. Tres días más tarde San Miguel se le apareció al obispo y dijo: "Yo soy el arcángel Miguel, uno de los que están constantemente ante el Señor. Elegí este lugar para ser venerado en la tierra, voy a ser tu protector para siempre".
El obispo y el pueblo fueron en procesión a la gruta del Monte Gargano y rezaron en honor del Arcángel.
Algún tiempo después, Siponto vio a sus enemigos devastar sus tierras y amenazar la ciudad. La batalla estalló y Siponto parecía ganada, pero de pronto un tremendo estruendo destrozó el monte Gargano. Desde su cima, cubierta de un vapor negro, brotó un rayo y el relámpago llevó el terror y la muerte al campo enemigo.
Triunfante por el rescate milagroso de San Miguel, la ciudad mostró gratitud a su poderoso protector, realizando una gigantesca obra con el fin de acceder más fácilmente al monte Gargano y a la cueva natural, donde se construyó una hermosa iglesia cuya solemne dedicación tuvo lugar el 29 de septiembre del año 522 por el Papa San Bonifacio.
Esta iglesia se ha convertido en el lugar de encuentro de numerosas peregrinaciones y grandes milagros, sobre todo de conversión interior, que se realizan por la poderosa intercesión de San Miguel.
Desde esta colina, el Príncipe del ejército angelical parece decirle al universo entero: el Jesús Salvador, mi señor, es el Rey de reyes y Señor de señores. Pasando por encima de la tierra y el mar, se repiten las palabaras: Quis ut Deus! ¿Quién como Dios!
(Extraído de un texto de D.Marcello Stanzione)
Esta fecha se conoce también con el nombre de "San Miguel de Mayo", celebrándose fiestas y romerías en su honor.
San Miguel es conmemorado también el 29 de septiembre, pero ese día también se recuerda a todos los espíritus angélicos, mientras que hoy es particular del Gran Príncipe de las huestes celestiales, habiendo sido extendida esta fecha por el papa Pio V.
Si en estos momentos no te sientes bien energéticamente, hay negatividad a tu alrededor, peleas, riñas, malos sentimientos, te sientes triste, deprimido, seguramente estas cargado de energía negativa, pues a veces, los problemas, limitaciones, preocupaciones nos afectan a tal medida, que nuestro campo energético varía, y podemos sentirnos cansados, abatidos, hay que poner freno y cambiar al polo positivo. San Miguel es el Gran Guerrero de la Luz y a él puedes solicitarle asistencia.
Dentro de un plato blanco, coloca un papel también blanco en el que esté escrita tu petición y encima del papel dos velas, una azul y otra plateada, enciéndelas con cerillas de madera. Coge una barrita o cono de incienso natural o mirra, benjuí, clavel, lila, limón o romero, y lo prendes de la llama de la vela azul, sitúalo entre las velas. Enfrente, coloca un vaso lleno de agua mineral y di:
Poderoso Acángel Miguel,
te invoco con esta agua y este fuego para que acudas en mi ayuda,
defiéndeme en la lucha, con tu amparo,
contra la perversidad y acechos de la negatividad,
haz que se disuelvan mis temores y asísteme en esta petición (realizarla).
Guárdame, protégeme, manténme a salvo cada instante.
Rodéame con tu excelsa armadura de Luz,
guíame y séllame con tu energía.
A ti, Príncipe de la Milicia Celeste,
invoco para que cortes toda creación humana
que esté perturbando esta situación (o problema) en la que me encuentro,
reemplázala por Luz, Perfección y Pureza y así lograr (repetir la petición).
Pido también por toda la humanidad,
vela por todos nosotros y rodéanos con tu Luz
sobre las tinieblas de la oscuridad,
y no permitas que el enemigo entre en nuestras casas.
Gracias Arcángel Miguel, pues sé que ya me has concedido mi petición.
Dejar consumir las velas y si al final el papel no se ha quemado, hazlo con cerillas de madera. Echar los restos a un lugar que corra agua, y entonces, repite:
Gracias, gracias, gracias, pues mi petición ya ha sido concedida.
2 comentarios:
Pues no sabía nada de San Miguel, y eso que mi suegro y cuñado se llaman así.
08 mayo, 2010 11:13Feliz fín de semana guapa.
Hola Juanjo,
12 mayo, 2010 20:43mas vale tarde .... es que voy muy liada ultimamente, disculpa.
Gracias por estar siempre cerquita.
No es habitual celebrar el santo de Miguel éste día pues lo celebramos generalmente el 29 de septiembre, pero me parecía interesante aportar estos datos.
Besets als tres!
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Gracias por tus palabras, siempre son bienvenidas.
Recibe mi abrazo más luminoso.
Nota: Siento añadir verificación de palabra, tema spams.